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A jugar se ha dicho! Tiempo de descanso…? Nunca para jugar!

El niño que juega aprende a hacer haciendo, experimentando, cometiendo errores. Su interés consiste en explorar las cosas, manejarlas, descubrirlas. El juego es por lo tanto un elemento insustituible para el aprendizaje.

Por Stella Maris Andretich. Licenciada en Psicopedagogía. Mat. 105

 

Se acercan las tan ansiadas vacaciones y no hay excusas que valgan para no dedicarle tiempo extra a los más chicos del hogar.

Las actividades serán variadas: colonia, viajes, pileta o club, en todos los casos, lo lúdico toma protagonismo y se torna fundamental para el desarrollo cognitivo y social de los chicos.

Sí, digámoslo con todas las letras: un niño saludable es un niño que juega, que experimenta, que imagina, que construye historias y personajes.
Es que a través del juego los chicos pueden cimentar los andamiajes que sostendrán luego su estructura psíquica.
Clemencia Baraldi , psicóloga y psicopedagoga que se ha dedicado a estudiar la importancia del juego en los niños, destaca “…la acción lúdica, lejos de ser espontánea, es el efecto de un trabajo que el infante realiza, trabajo que como tal tiene su lógica y su finalidad.
Poder producir este trabajo es como adquirir documentación para transitar y tramitar una zona de frontera llamada infancia…”

El niño que juega aprende a hacer haciendo, experimentando, cometiendo errores. Su interés consiste en explorar las cosas, manejarlas, descubrirlas. El juego es por lo tanto un elemento insustituible para el aprendizaje.

Tanto es así que en la práctica psicopedagógica cobra vital importancia la llamada hora de juego. Poder observar cómo el niño se vincula con los objetos, se apropia de ellos, les otorga significado, cómo elabora su angustia, o apreciar su capacidad para resolver problemas, para respetar reglas y límites, permite a los profesionales adentrarnos en su mundo y constituye una de las herramientas que mayor luz arroja ante posibles quiebres en el aprendizaje.

En el amado de la escena lúdica el niño se enfrenta a diferentes objetos de conocimiento, a los que asimila a partir de un trabajoso proceso, mediatizado en el juego. Además, el juego simbólico y de roles contribuye al desarrollo del pensamiento y a la socialización –a través del aprendizaje de los diferentes papeles y de la posibilidad de ponerse en el lugar del otro- y a la expresión y elaboración de conflictos. Así una niñita que a sus 3 años se enoja con su muñeca y la pone en penitencia está haciendo mucho más que eso: está procesando un reto recibido por su mamá o por algún adulto y es su manera de poder elaborar algo que seguramente no le ha gustado, siendo ahora ella misma la protagonista de la situación.

¿Jugar sin el cuerpo?

Párrafo aparte merecen los dispositivos electrónicos a los que hoy acceden muchísimos niños: play, tablets, celulares, etc. proponen poca intervención del cuerpo. Tal vez la única excepción sea la wii, donde hay juegos y deportes en los cuales los chicos, con sus movimientos de brazos y piernas, simulan la acción real.

Estos nuevos juguetes no son buenos o malos en sí, todo depende, como siempre, de encontrar el punto medio en su uso: si la presencia del “aparato” en casa genera que un chico deje de encontrarse con pares para jugar, que postergue otras actividades, que pierda interés en hacer deportes, que prefiera pasarse horas enteras frente al dispositivo y no pueda desprenderse de él ni a la hora de cenar…por supuesto que no será positivo. En este caso, podríamos equiparar la situación a la de un chico que está frente al televisor o a la computadora por horas sin ninguna supervisón del adulto.

En cambio, si usamos la tecnología a nuestro favor, sin dudas que es mucho lo que estos juegos tecnológicos pueden aportar en cuanto al desarrollo de funciones cognitivas superiores, coordinación de movimientos, coordinación viso motora y también, en buena medida, en cuanto a habilidades sociales se refiere.

En este “recreo” estival las rutinas cambian, el trabajo estrictamente intelectual queda relegado por unos pocos meses y surgen nuevas posibilidades para ayudar a los pequeños a crecer: una nueva amistad en la colonia o en el club, un vecino que nunca había jugado antes en casa, o los primos y tíos que tienen más tiempo para compartir, son algunos simples ejemplos donde podemos encontrar el terreno propicio para el progreso de numerosas habilidades mediante el juego.

… Abramos el juego entonces!

 

Lee este artículo en el edición N°18 de Aptus Propuestas Educativas: www.aptus.com.ar/revista/

 

Imagen: sxc.hu