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Nueva edición revisada de la biografía de Ana Frank

La autora Melissa Müller vuelve sobre los posibles delatores de la famosa casa de atrás, situada en Amsterdam, donde se escondieron 8 personas durante casi dos años y medio, antes de que los nazis irrumpieran en el lugar para enviarlos a campos de concentración

«Hoy sabemos que debemos considerar a Lena Hartog -limpiaba distintas casas, entre ellas la empresa de Otto Frank- y Tonny Ahlers -conocido del padre de Ana, cuya conducta siempre fue sinuosa- como dos de los numerosos peligros que afectaron y con el tiempo llegaron a cercar a los ocultados», apunta Müller en la biografía.

En el último tiempo, «cada vez más personas miraban a la casa de atrás, extraían conclusiones, acaso las difundían y con ello -deliberadamente o no- ponían en peligro de muerte a los escondidos», detalla esta hipótesis la autora en el capítulo 9.

Las sospechas también recayeron en primer término -y aún no han sido descartadas- en Willem Van Maaren, encargado del almacén de Princengracht 263, en la que funcionaba la empresa de Otto, una zona en ese entonces marginal.

Müller comenzó por primera vez en la década de 1990 «la búsqueda de la persona que estaba detrás del mito, de las historias y los acontecimientos vitales que influyeron en la personalidad de la niña judeoalemana llamada Annelies Marie Frank (1929-1945)».

Y se pregunta: «¿Qué es una biografía? Mi objetivo era reunir la mayor cantidad posible de las teselas de un mosaico y componer una imagen lo más auténtica posible de la corta vida de Ana, investigar sus raíces familiares y su medio social, esclarecer ese entramado de personas y de relaciones sobre el que se basaba, que influía en su vida».

Con este objetivo, la autora revisa la edición primigenia y se conecta con «la última generación de testigos de la época», que viven dispersos por todo el mundo. Asimismo, logra la confianza de Miep Gies, que hacía de enlace con el grupo escondido y que juntó las hojas sueltas del diario de Ana encontradas en el piso y las conservó pensando en que la joven iba a sobrevivir a la guerra.

Giep, fallecida en 2010, tuvo a su cargo el epílogo del libro, publicado por Paidós, que se repite en esta nueva edición.

Amigos y conocidos de Otto, le contaron a Müller historias de la familia, le mostraron fotografías -algunas incluidas en este volumen- cartas, anotaciones manuscritas, documentos -muchos inéditos- con el cual logró dibujar «un cuadro muy polifacético», de Ana y su corta vida.

La joven falleció en el centro Bergen-Belsen, al igual que su hermana Margot de tifus en marzo de 1945, luego de pasar ambas un mes en Auschwitz II-Birkenau. La madre murió también en cautiverio y Otto fue el único miembro de la familia en ser liberado.

El padre dio a conocer el diario de su hija, pero en una versión que omitió las partes que no fueron de su agrado, aunque luego fueron incorporadas al mismo.

Cuando cumplió 13 años (el 12 de junio de 1942), su padre le regaló un cuaderno que Ana decidió usar como diario. Y empezó a escribir días antes de que tuvieran que marchar sin titubear a esconderse en el refugio que habían preparado en caso de peligro en un anexo de la empresa, ubicada al borde de un canal.
«Aquí no está nada mal, porque podemos cocinar nosotros mismos y oír la radio abajo, en la oficina de papá», escribió en su diario luego de tres días de clandestinidad.

Profusamente documentado, el volumen contiene varias fotografías, suma un plano de la empresa y la casa de atrás, unidas entre sí en el entresuelo y el primer piso. Y además cuenta con un epílogo biográfico.

A esto se agrega el árbol genealógico del padre y de la madre de Ana, el listado de las fuentes, las citas del diario, las notas de cada capítulo y un índice de nombres.

El primer cuaderno se terminó y hubo un segundo -jamás encontrado- comprendido entre diciembre de 1942 y diciembre de 1943, ella prosiguió escribiendo, y se conservan los dos siguientes tomos de Ana.

Debido a un pedido del ministro holandés de Educación y Cultura, Gerrit Bolkestein, quien por radio instó a sus compatriotas a escribir sobre lo que pasaba para las futuras generaciones, Ana soñaba con convertir el material de su diario en novela: «Figúrate lo interesante que sería que yo publicase una novela sobre la casa de atrás», le comunicó a su amiga imaginaria Kitty.

Otro aspecto que desarrolla Müller en la biografía es la relación de Ana con su madre que se «caracterizó por las tensiones y los enfrentamientos», apunta al referirse a esa mujer, hundida en la depresión, que trataba de congeniar con su hija adolescente, aunque el distanciamiento era evidente.

«Papá estima y quiere a mamá pero no con el amor que yo imagino en un matrimonio», desliza la joven, en una de las setenta y cuatro líneas que el padre decidió censurar del texto original. Y también otros pensamientos de su hija concernientes a su opinión sobre su familia fueron omitidos con la publicación del diario.

A mediados de abril de 1944 Ana escribe: «Recuerda el día de ayer, porque es muy importante en mi vida ¿Acaso no lo es para cualquier chica recibir su primer beso?». Sin embargo, la relación con Peter Van Pels, no devino en «una relación intensa», acota la biógrafa.

A pesar del aislamiento obligado siempre llegaban a la casa nuevos detalles de las atrocidades contra los judíos: «Me pregunto una y otra vez si no habría sido mejor para todos nosotros no habernos escondido, estar ahora todos muertos y no haber pasado por esta aflicción y, sobre todo, habérsela ahorrado a otros», confesaba Ana en mayo de 1944, tres meses antes de ser descubiertos.

«Yo no pude salvarle la vida a Ana y me siento profundamente perturbada por ello. Pero logré ayudarla a vivir dos años más. Durante esos dos años escribió su diario, que infunde esperanza a millones de personas de todo el mundo y que supone un llamamiento en favor de la comprensión y del respeto», manifiesta Miep Giep en el epílogo.

Fuente: telam.com.ar
Imagen: Archivo de imágenes