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La ciudad como lienzo de las culturas

La antropóloga Mariana Chaves analiza la ciudad desde distintas escenas de encuentro entre personas y la capacidad de convivir entre extraños, una característica de la matriz cultural de la actualidad de la vida en las urbes

“La ciudad es un lienzo que te permite ver las formas en que se organiza la cultura en el sistema social, cómo construimos el conjunto ´nosotros´ y cómo nos separamos del grupo que llamamos ´otros´. Los encuentros en la ciudad pueden ser leídos como experiencias urbanas y como formas de emergencia del conflicto”, explica la antropóloga Mariana Chaves, quien es además investigadora del CONICET y doctora en Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata, y participó como disertante en el XIV Congreso Internacional de Ciudades Educadoras que se realizó a principios de junio en Rosario.

En la mesa de diálogo titulada “Políticas territoriales. Estrategias para la apropiación del espacio público y la participación ciudadana”, de la cual participó Chaves junto a Mbuyi Kabunda Badi, licenciado en Ciencia Política por la Universidad del Congo,  se trabajó, por un lado,uno de los ejes del congreso que era  “habitar la ciudad” y, por otro, cuestiones relacionadas al uso del espacio público por parte de jóvenes.Se analizaron experiencias vinculadas a la convivencia, el lema general del congreso, sistematizando y compartiendo algunas escenas de encuentro entre personas, una problemática que la antropóloga viene trabajando hace unos años y que recientemente se plasmó en el libro “La cultura de la Argentina hoy”.El estudio analiza diferentes tipos de interacciones que ocurren en las ciudades, basadas en el temor, la negación o indiferencia del otro y en la confianza: “El temor y la indiferencia no son desencuentros, son un tipo de encuentro, un tipo de relación. Este es el modo de habitar en este tiempo en las ciudades, una característica de la matriz cultural de la actualidad de la vida en las urbes y de la lógica de relaciones entre las personas”, explica Chaves.

Como explica la antropóloga, la posibilidad de vivir en una misma ciudad, mucha gente junta, tiene que ver con la capacidad de lograr un equilibrio en una mixtura de situaciones, en las cuales el sujeto pueda pasar desapercibido y a su vez ser visible, es decir, el derecho al anonimato y el derecho a la presencia: “Vivir entre extraños es posible, siempre y cuando, uno elija no ser visto y  pueda transitar la ciudad sin tener una interacción profunda con nadie, es decir, tener una indiferencia flotante, pero a su vez, cuando uno quiera ser visto, pueda serlo y no que la visibilidad te la den los otros por una característica que uno pueda portar o que los otros marquen, como el caso típico de los jóvenes de sectores populares, identificados por ´gorrita´. Ellos no tienen derecho al anonimato en el centro, por ejemplo. No llamar la atención es una característica exitosa para la vida en la metrópolis, pero si a la vez, nadie nos tiene en cuenta, no resistiríamos tanta indiferencia, necesitamos el reconocimiento de la sociedad”.

“La ciudad supone una convivencia de personas que quizá no quieran estar juntas; sobre las que –o con las que– hay que inventar de modo permanente una cohesión simbólica (…) un deseo o una capacidad de mantenerse invisible y visible según sea el caso. Somos un montón de gente y algunos quieren vivir en las ciudades sin pensar en ello, otros las quieren sólo para sí y a otros les gusta la idea de compartirlas, describe Chaves en el capítulo de su nuevo trabajo.  Y agrega: “La ciudad se define como el estar muchos extraños juntos. Porque se trata de estar entre distintos, no entre iguales. Si fuera esto último, tendríamos la experiencia del country como arquetipo. No es el caso. La escena no brega por una confianza entre iguales como punto de partida, sino como una interacción posible entre extraños”.

Otro punto que se analizó en la mesa del Congreso fue el uso del espacio público por parte de jóvenes, en particular de los sectores populares. La antropóloga presentó una propuesta de un mapa basado en la idea de la geografía de recursos, dividido en tres categorías: lo que hay, lo que funciona, y lo que está bueno.Esta cartografía permite reconocer lógicas previas de los espacios para luego poder abordarlos. En primera instancia se hace un reconocimiento de qué es que hay disponible en el barrio y de esas cosas ver cuáles realmente se pueden utilizar porque funcionan, y después analizar cuáles de ellas están buenas, es decir, suceden como espacios de bienestar, que los recibe, en donde pueden ser reconocidos en su capacidad de hacer y en la construcción de sus identidades, como ser las instituciones escolares, los centros de salud, parques, boliches, casas de los vecinos, clubes: “Esto permite tener una geografía de recursos disponibles para reconstruir las trayectorias de vida de las personas. Este esquema de trabajo está muy relacionado a la cuestión de los abordajes territoriales para el trabajo comunitario con jóvenes. Lleva a lo concreto la posibilidad de hacer cartografías de reconocimiento de recursos en barrios para saber lo que hay y cuáles de esos tienen lógicas de recepción”, explica la antropóloga.

Consultada acerca de cómo ve a los jóvenes hoy, cómo construyen su identidad, qué tienen en común entre sí, Chaves explica: “No hay manera de caracterizar a la juventud como si fuera un solo grupo. Puedo hablar del acceso de la tecnología de los sector medios y medios altos, pero eso está muy alejado de la realidad de los sectores más pobres, que tienen celulares costosos pero sin acceso a internet. Pero a su vez comparten el hecho de contar con saberes tecnológicos que comparten y productos culturales que se les ofrecen a todos por igual, sin distinción, ofertados como si todos pudieran acceder del mismo modo”. Y continúa: “Lo que yo veo en común en todos los jóvenes de los diferentes sectores sociales es la preocupación por conseguir un trabajo y formar una familia. Esta proyección de la vida sigue siendo mayoritaria en todas las juventudes. Tendrán diferentes concepciones de lo que es una familia, pero esa idea de conformar núcleos amorosos es algo que permanece bastante fuerte. Del mismo modo la preocupación de tener un trabajo, subyace a todos. Para algunos es una preocupación a los 15, para otros a los 25 años”.

Por último, la investigadora expone qué es, a su criterio, una ciudad educadora: “Una ciudad que educa es una propuesta de dinámica urbana que tiende hacia determinadas prácticas y no hacia otras. Los procesos educativos intentan que uno tenga unas determinadas conductas e ideas. La ciudad como propuesta física y de relación puede cumplir ese mismo objetivo. Es decir, yo puedo cerrar todas las plazas y cercarlas, o puedo abrirlas a todos, son dos propuestas de vida en común distintas”.  Con respecto a qué deudas tienen las grandes ciudades hoy, la antropóloga responde: “La problemática de la desigualdad involucra a todas las urbes. Hay que apostar por ciudades más igualitarias, en la distribución de las inversiones, en la inclusión de minorías, integración de personas con discapacidad, que no haya barreras simbólicas que impidan el acceso de algunos sectores sociales”.

Imagen: siko-leo.ch