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La «chupina» adolescente

Desde el año 93, la idea del “faltazo masivo”, el último viernes hábil de cada año comenzó a ser una práctica masiva en muchas escuelas rosarinas, luego de que una FM local promoviera la idea entre los adolescentes

Me pregunto qué los lleva a los jóvenes a seguir este ritual, qué los moviliza a romper con el orden establecido de su cotidianeidad o a llamar la atención de especialistas, de medios de comunicación y de la ciudadanía en general.

Intentando hacer un análisis de lo que está ocurriendo en estos días, habría que aclarar algunos términos: no hay chupina en tanto y en cuanto los padres estén enterados del lugar y fecha del suceso; podría llamarse ausencia grupal; aunque la nominación lo dejo librado a la creatividad de los chicos que, sin lugar a dudas, será más que novedosa.

Ahora bien, si comparamos el hecho con algunas décadas atrás, quienes cursamos el secundario en la década del 80, sabíamos claramente que existía un límite entre lo permitido y lo prohibido y, que si dicho límite se violaba, se cometía una transgresión y se debía soportar la sanción. Hoy en día, no existe dicha demarcación por parte de los padres o directivos, por tanto, el alumno sólo atina avisar día y hora de la “rateada”.

No cabe dudas que, a mi entender, la mirada no debe estar en los más chicos, sino, por el contrario, en los adultos que se hacen eco de este acontecimiento de una manera un tanto irresponsable. Años atrás, en la desesperación de “no saber qué hacer”, algunos padres proponían una sanción disciplinaria por parte de la escuela, otros solicitaban en algunos programas televisivos cordobeses, una multa de alto monto monetario para obligarlos a asistir a clases, mientras los medios de comunicación que pasaban largas entrevistas a los estudiantes, quienes no podían sostener su postura “ideológica” por incapacidad verbal o por tentarse frente a la cámara.

Sólo resta cuestionarnos si trasladaremos la “culpa” a Facebook, como otras tantas veces o nos sinceraremos y asumiremos la falta de responsabilidad que padres en particular, y adultos en general, tenemos frente a los jóvenes.

Supervisar a nuestros hijos no es quitarles autonomía, advertir de los peligros de las redes sociales no es censurarlos, enseñarles a cumplir con las obligaciones, no es coartarles la libertad; sino que, por el contrario, es enseñarles a vivir en sociedad con otros. Sólo hace falta que nos hagamos cargo de la educación de nuestros hijos, que va mucho mas allá de dejarlos en la puerta de la escuela.

Por: Carina Cabo, especialista en TIC y Educación.

Imagen: usosdelastecn.blogspot.com