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El aula como centro de desarrollo emocional

El psiquiatra Lucas Raspall presenta su nuevo libro dirigido a docentes en el que plantea la importancia del desarrollo de vínculos emocionales en el aula. “Formamos personas, no solo cerebros”, es su tesis principal que apunta a un abordaje más humanizado de las Neurociencias

“Neurociencias para educadores: mucho más que cerebros, personas”, el nuevo libro del psiquiatra santafesino Lucas Raspall editado por Homosapiens, está dirigido a educadores, “pero no únicamente maestros sino también a los padres, que son la parte más importante del proceso de aprendizaje del niño”, como explica el autor.

Formamos personas, no cerebros

El libro realiza un abordaje desde el paradigma de las Neurociencias, pero desde un nuevo enfoque que pone el acento en la persona no solo en el cerebro. “Todos los libros que encontré de Neurociencias llevados a la educación caen en lugares comunes y pierden lo esencial. En general se quedan únicamente en lo que se denomina funciones cognitivas: cómo funciona la atención, la percepción, la motivación. Este un abordaje interesante y muy necesario, pero queda deshumanizado”. 

“Desde su vicio de terapeuta”, como él dice, realiza un vuelco a este enfoque. “Se pierde lo más importante que podemos aprender de las Neurociencias para la Educación que es cómo se forma un niño. No se trata de saber cómo le saco más jugo al cerebro, como si fuera una cuestión de producción: ´Si hago tal cosa hago que el nene aprenda más en menos tiempo´. Lo que intento explicar es cómo el cerebro plástico, el órgano principal del aprendizaje, forma parte de un conjunto en el que ya se empiezan a enredar las emociones, los estilos parentales, el trato, los vínculos y fundamentalmente pongo el foco ahí, en los vínculos”, expresa Lucas. 

Aprender a regularse emocionalmente 

El libro es sencillo, ágil, didáctico y brinda recursos y ejercicios para que el educador pueda ir desarrollado habilidades propias. Uno de los conceptos principales que desarrolla es el del “Aula como centro de desarrollo emocional”, que que explica cómo la escuela puede pasar a ser esa instancia en donde el niño aprende a ser persona: “Más allá de aprender qué hizo San Martín o cómo resolver una fórmula matemática, que son sumamente necesarias también, es importante saber cómo se aprenden esas otras inteligencias que hace muchos años que se vienen estudiando, que son las inteligencias múltiples, es decir, no solo pensar la inteligencia lógica, la matemática o literaria sino también y sobre todo la inteligencia emocional que es la que menos desarrollada está”. 

Raspall resalta que lo primero en la educación es el vínculo. “No es más importante que un niño aprenda los colores en jardín a que aprenda a regularse emocionalmente.  Es lo que más cuesta y lo que más consultan los padres y maestros. El niño tiene un sistema emocional que se activa muy rápido y muy rápido llega muy arriba. Frente a un estímulo menor, en un par de segundos llega a un berrinche muy alto. Eso es una desregulación emocional, el niño no está pudiendo manejar emocionalmente lo que le sucede. Ahí aparecen todas las dificultades del padre o docente para conectarse con el niño para ayudarlo a regularse. Por eso el aula debería ser un centro de desarrollo emocional fortaleciendo aquello que hacen los padres, y en algunos casos es el único lugar donde el niño puede aprenderlo”.

Invasión de estímulos

Consultado acerca de cuáles son los mayores problemas que enfrentan los educadores hoy, Raspall explica que tienen que ver con los límites en el uso de la tecnología. Al respecto señala: “Los niños están frente a la tecnología de la mano de adultos que también están frente a la tecnología. Entonces muchas veces esta pasa a ser un recurso que sirve para que el papá pueda ponerse a trabajar diez minutos y lo enchufa al nene a la tablet como si fuera un chupete y eso se empieza a transformar en una fuente de estímulo tan grande que es inigualable. Nada puede después puede reproducir esa invasión de estímulos que tiene un dispositivo tecnológico”.

Por último, el psiquiatra sostiene que, frente a la tecnología, cualquier otro estímulo pierde porque aburre. Si el niño no está conectado a algo que dispara luces, sonidos, gratificaciones inmediatas, no logra conectarse con otras cosas, el estímulo queda bajísimo: “El aburrimiento es el primer paso para que el niño se vea movilizado a crear. No es un buen camino el del niño enchufado al dispositivo desde que tiene un año. La culpa no es de la tecnología tampoco, no hay culpables ni víctimas. Lo importante es ir entendiendo los contextos y hoy tenemos muchas posibilidades de comprender cómo funcionamos, qué le pasa a nuestro cerebro, cuándo aprende y cuándo se estresa”.

El libro llega esta semana a la librería Homo Sapiens y luego será parte de una serie de presentaciones que comenzará el 30 de abril en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y continuarán en otros lugares de la ciudad de Rosario.

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