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“El aprendizaje se potencia estando con otros”

El psicopedagogo Sebastián Ferreyra analiza el rol que cumplen las instituciones educativas hoy en un contexto social atravesado por las pantallas y la importancia que tienen los vínculos en el proceso de aprendizaje

Pensar a los niños y niñas de hoy no es tarea sencilla. La multiplicidad de cambios que atraviesa la sociedad en un tiempo vertiginoso, modifica prácticas culturales y ritmos de la vida cotidiana que afectan de forma directa a todos los sujetos que la habitan, pero principalmente a quienes se encuentra en proceso de constitución.

Sebastián Ferreyra, psicopedagogo y psicólogo social, sostiene que los niños de hoy distan mucho de ser los de hace 30 o 40 años y esto está dado fundamentalmente por los cambios que introdujeron las nuevas tecnologías, en particular las pantallas, que llegan a sus manos desde muy pequeños.

A partir de estas nuevas configuraciones es posible empezar a pensar qué sucede cuando estos nuevos sujetos ingresan a la escuela, cuáles son los encuentros y desencuentros que se producen en esa situación y qué rasgos van a tener estas nuevas generaciones a futuro.

El vínculo como configurador social

Uno de los aspectos que señala Ferreyra como relevante en la constitución de estas nuevas generaciones tiene que ver con el hecho de que actualmente empiezan a ocupar un lugar relevante otras formas de entretener o de pasar el tiempo, y el juego como práctica de la infancia queda desplazado.

“Muchas veces se postergan los encuentros con otras personas por el ingreso de este tipo de dispositivos, la tablet, la compu, el celular y eso en la práctica cotidiana tiene un gran efecto. Hay que partir del hecho de que toda persona se puede desarrollar porque hay vínculos humanos que lo permiten. Donde no están esos vínculos humanos o se encuentran debilitados hay grandes problemas en la subjetividad”, expresa Ferreyra quien además es director de la Tecnicatura en la Escuela Rosarina de Psicología Social «Dr. Enrique Pichon-Riviere».

Las tecnologías aparecen como una alternativa para el tiempo libre de los niños y vienen a reemplazar a otro tipo de juegos. “Las pantallas generan un sujeto más pasivo, imposibilitado de mover su cuerpo, en contraposición al juego. El juego en los niños y niñas es algo fundamental. Uno aprende a través del juego, de la exploración que otorga sentido. Es lo que permite ir internalizando eso que te rodea y generalmente el juego está acompañado de otro. Propone hacer un uso de los recursos que uno tiene y ponerlos en acción y situación, donde aparecen nuevos pensamientos, nuevas ideas; es motor de nuevos descubrimientos”, explica el psicopedagogo.

Cuando uno está fuera de una pantalla tiene un rol protagónico, se ponen en juego los deseos, las necesidades que uno tiene. A su vez el juego permite conectarse con la autoría, con la creatividad, con lo que uno puede llegar a producir”, agrega y aclara que si bien no descarta que existan juegos que proponen experiencias interactivas, “hay situaciones de exploración con el cuerpo y con el otro que son irremplazables”.

El psicólogo social señala además que el uso de las tecnologías no puede descontextualizarse de una familia que las ofrece. “En el caso de familias en situación de crisis, con lazos y roles debilitados las pantallas aparecen como una herramienta para sostener o acompañar algunas situaciones que de otra manera no podrían darse porque no hay posibilidad de compartir. Hay problemas de aprendizaje que surgen porque el ambiente no ha podido favorecer otras cosas más allá que un dispositivo tecnológico”.

El objetivo de la escuela

Está a la vista que estas nuevas generaciones están mostrando dificultades para insertarse en el modelo educativo tal como lo conocemos. Entonces hay que preguntarse qué modificaciones tiene que hacer el sistema educativo para poder habilitar el ingreso de las nuevas subjetividades y qué objetivo debe perseguir hoy.

Tal como cuenta Ferreyra, la institución educativa desde sus inicios no contempló las necesidades y deseos de los niños sino que tenía otra finalidad: homogeneizar y crear ciudadanos con determinados rasgos. “El contexto social, los vínculos humanos, la organización familiar de esa época permitían que los niños y niñas que ingresaban a la escuela pudieran adaptarse de la mejor manera a ese sistema. Hoy, para que un chico pueda aprender y estar en una institución educativa se tienen que haber dado muchos procesos antes, sobre todo un desarrollo subjetivo que lo pueda sostener e insertar en el sistema”, explica el psicopedagogo.

Sin embargo, en medio de tantos cambios, la escuela sigue teniendo como pilar el poder generar espacios de socialización, el generar encuentros con otros. “Es algo fundamental de la escuela y no está explotado del todo. En algunos casos es un efecto colateral de lo que quiere hacer o del objetivo que tiene planteado. Son pocas las escuelas que favorecen la producción con otro. Siguen prevaleciendo modalidades de aprendizaje individuales, cada uno sentado frente a su carpeta en silencio cuando alrededor está repleto de pares”, continúa Ferreyra.

Aprender con un otro

Todo aprendizaje está motorizado por una necesidad. Es muy difícil aprender algo que uno no considere que sea necesario aprender. Por eso, según el psicólogo social, es importante organizar el aprendizaje desde las necesidades que vayan surgiendo y desde una perspectiva integradora. “Hay que pensar a los pares como posibilitadores de ese aprendizaje, actores que potencian la situación de aprendizaje y no con los que hay que competir o diferenciarse”.

Ferreyra parte desde el concepto de sujeto social que puede desarrollarse porque está en relación con otros, y sostiene que “el aprendizaje se potencia estando con otros, compartiendo con otros, debatiendo con otros; hasta diferenciándose de otros uno aprende”.

Se necesitan mayores recursos subjetivos para adaptarse a una situación que no es de interés y esos recursos son distintos en estos tiempos. “Hoy en día surgen diagnósticos sobre dificultades de aprendizajes de los niños en lugar de ser repensados desde otro lugar. Hiperactividad o déficit atencional son diagnósticos que surgen de este desencuentro pero sin poder ser revisados desde las nuevas características de esta época”, explica el psicopedagogo. Lo más peligroso es naturalizar tanto la finalidad que tiene la institución para lo que fue creada o naturalizar las condiciones sociales actuales”.